Definitivamente una se mis màs grandes pasiones es viajar. Y viajar a donde? a donde sea, a donde me lleven. El mes pasado fue muy especial. Estuve en sitios definitivamente encantadores de Italia y Francia. En Italia, estuve recorriendo la regiòn del Lazio y su lìmite con Umbria en donde se encuentra una pequeña ciudad muy medieval llamada Orvieto. Es un ciudad oscura, pero su Domo es imponente, se ve desde la lejanìa, ilumina la ciudad. El vino de Orvieto es uno de los mejores.
Desde allì, a menos de 30 minutos en carro, ya en el Lazio se encuentra una ciudad muy particular: Civita di Bagnoregio, mejor conocida como "la ciudad que muere". Cuando la ves, te encuentras con un paisaje escalofriante. Construida sobre tufo, esta aldea ha sufrido terremotos y devastadoras erosiones que trajeron como consecuencia el abandono de sus habitantes. Dicen, que cada año que pasa, la ciudad se unde algunos centimetros. En la pequeña plaza principal, està la iglesia romanica de S. Donato, en donde se encuentra el Cristo de los tres rostros. A mì sinceramente esta imagen me tocò bastante, ya que dependiendo de la perspectiva en que se observe, Cristo te muestra un rostro diferente y en uno de ellos te està pidiendo ayuda, tiene sed.
Entre las calles de esta ciudad se encuentra una que otra taverna en donde se comen las mejores bruschetas, que son preparadas a partir de pan tostado en chimenea con un poco de ajo rayado sobre el mismo y aceite de oliva. A estas bruschetas se les pone, ya dependiendo del gusto, tomate, aceitunas, tartufo, cremas, entre otros. Y con un buen vino hecho en casa, me transportè a una època propio etrusca, ya que la casa donde me comì estos manjares en su interior era una cueva hermosìsima, tenìan un aparato enorme para preparar aceite de oliva, muy comùn en la regiòn. Terminar de recorrer esta ciudad te toma no màs de 30 minutos, los carros no pueden entrar, lo que la une al mundo exterior es un extenso puente peatonal que al recorrerlo te hace sentir una corriente de aire fuertìsima provocada por el efecto mismo que està deteriorando esta linda ciudad. De hecho, existen propiedades que estàn a la venta, por si te le mides a comprar una, yo vi bastante extranjero, màs que todo americano, con casa propia dentro de Bagnoregio.
Y pasando a Francia, estuve en Paris, que no necesita ningùn tipo de descripciones, sencillamente es "esquisita" en cualquier punto. Pero un sitio verdaderamente enigmàtico, encantador y màgico es el Mont St. Michelle entre la regiones de Normandia y Bretaña. Caracterizado por ser una pequeña isla, sufre de costantes y fuertes cambiamentos de marea a sus alrededores. En lo alto del monte, se encuentra una Abadìa, cuyos orìgenes se remontan al siglo VIII, cuando el arcángel San Miguel se apareció a Abert, obispo de Avranches quien fundó aquí un oratorio. Al monte antiguamente se llegaba en barca, hoy se llega a través de una no muy grande carretera. Hay dos parqueaderos, uno de los cuales debe estar vigilado constantemente, ya que si el carro no se retira en determinadas horas, podrìa ser llevado por el mar y las arenas movedizas que circundan el monte. Al entrar al monte St. Michelle y al ver que habìa tan poca gente ese dia, me sentì muy afortunada pues para entrar a visitarlo no tenìamos que hacer las largas filas que suelen formarse, ah y un detalle muy importante, paguè menos el valor de la entrada por ser todavìa menor de 25 ;). La llegada a la Abadìa es verdaderamente agotadora, llegué sin aire, pero valiò la pena, cro que perdì un kilo. Las fotos quedaron sensasionales, ya que cuando llegamos ya habìa anochecido y la iluminaciòn nocturna del lugar, dan un toque muy celestial al lugar. El misterio que aloja su Abadìa te llevan a un escenario no sòlo medieval sino también muy espiritual, ya que cada rincòn tiene un significado especial. Todavìa es habitada por pocos monjes, quienes viven dedicados a la meditaciòn y a la oraciòn. En el centro de la Abadìa existe un jardìn rodeado de arcos gòticos llamado "La Maravilla", es un creaciòn muy bien hecha, casi perfecta, ya que se ven reflejados tanto en dicho jardìn como en el resto de la Abadìa, los amplios conocimientos arquitectònicos de la época. El silencio, el frìo, el espacio vacìo, la vista, la arquitectura gòtica por excelencia y la presencia fuerte del pasado hacen de este sitio, patrimonio de la UNESCO, un lugar inigualable. Antiguamente era conocido como "La maravilla occidental" y hasta nuestros dìas esconde miles de historias y leyendas en torno al Arcàngel San Miguel (St. Michelle) y sus habitantes.
Gastronòmicamente hablando, uno no se puede ir sin haber probado los deliciosos Crepes y mejillones tìpicos de la regiòn. Definitivamente fue un viaje extraordinario en compañìa de la gente que màs quiero: mi familia. Recomiendo sin ninguna duda Bagnoregio y el Mont St. Michelle, de alguna manera creo que en alguna vida pasada estuve en ambos sitios. Definitivamente comparten un encanto muy especial, a pesar de ser tan diferentes entre sì y ser uno menos famoso y visitado que el otro.